SER TU MISMO… compartiendo la magia de la dulzura.

Mamá inventa dulces en todo el mundo.
Su nombre es “Consultor Pastelero” y aprendió a hacerlo en la escuela de París. Es tan buena que la llaman por todas partes: ha ganado muchos concursos de pastelería y la invitan a concursos y a la televisión porque es muy famosa, tanto en Rusia como en Francia.

Su trabajo es hacer hermosos pasteles que ella misma inventa. Cuando se le pregunta cuál es su secreto, responde que es la pasión.
A veces, cuando era más joven, me contaba una historia sobre un gato que horneaba un pastel de arándanos para sus tres gatitos. Un día le dije: “Mamá, ¿tú crees que yo también puedo cocinarlo?”.
Ella me dio una sonrisa y respondió: “¡Claro que puedes! Si le ponemos pasión, podemos ser capaces de hacer cualquier cosa”.

Al principio no entendía muy bien lo que significa esto de la pasión.
Pero luego sucedió que cogí la gripe en la escuela y también ataqué a mi madre. Y ella, en lugar de dormir en la cama como hago yo cuando tengo mucha fiebre, seguía escribiendo recetas en su cuaderno, refunfuñando porque la temperatura no bajaba y quería sentirse mejor para ir a la cocina a prepararlas.

En ese momento me di cuenta de que la pasión es algo que nunca te hace dejar de querer hacer lo que te gusta. Y cuando no puedas hacerlo, sueñalo. Incluso con la fiebre.

Aunque la he visto cocinar desde que nací, mi madre me dice que sus trabajos anteriores no tenían nada que ver con los dulces.
Ella dice que eran buenos para ella, pero que eran solo cosas que había estudiado en la universidad y que no tenían nada que ver con la alegría que le da cocinar. Eso vino después, conmigo.
Ella dice que fue una especie de magia. Tan pronto como quedó embarazada, comenzó a experimentar con recetas, estudiando y mezclando ingredientes, y descubrió que era muy buena en eso.
Dice que hay talentos como Mozart, que descubren que son buenos a los 5 años, y otros como ella, que se dan cuenta mientras esperan un hijo.

Cuando lo dice, me hace pensar que tal vez yo también tenga algo que ver con el secreto de su habilidad. Tal vez traje a su vida la dulzura que se necesita para convertirse en un mago de la repostería.
Y tal vez algo de esa magia también esté en mí.
Cuando trabajamos juntos en la cocina, entre nubes de harina y deliciosos ingredientes, me parece que esta magia es más fuerte que nunca: está en las sonrisas cómplices que intercambiamos, en la masa que se vuelve suave entre nuestros dedos, en el sabor de azúcar, en nuestros silencios y en el olor a chocolate que siento si cierro los ojos.
Está hecho de ingredientes que se juntan para dar a luz algo hermoso, y en la felicidad que sentimos cuando lo saboreamos juntos.